La lágrima se produce en la glándula lagrimal, además de en algunas glándulas accesorias, y tiene la función de cuidar la superficie ocular, lubricándola, eliminando los alérgenos y protegiéndola de los agentes externos. Al final, la lágrima se drena o evacúa, con ayuda del parpadeo, hacia la vía lagrimal (que se inicia en la zona medial del ojo y sigue hacia a la nariz y, por último, la orofaringe).
Cuando hay un exceso de lágrima en la superficie ocular ocurre el “ojo lloroso” (epífora), un problema molesto y relativamente frecuente, que supone uno de los síntomas que más a menudo aquejan los pacientes que visitan al oftalmólogo.
En los pacientes adultos las obstrucciones de este tipo son adquiridas y muchas veces hay que recurrir a la cirugía para lograr una comunicación directa entre el saco lagrimal y la fosa nasal. En los niños en cambio el problema es congénito.
Debido a la variedad de causas del lagrimeo por exceso de producción de lágrima, existen diversos tipos de tratamientos médicos dirigidos a cada una de ellas.