La alergia es un tipo de reacción inmunológica exagerada ante un estímulo no patógeno para la mayoría de la población. Sus manifestaciones clínicas son diversas, ya que dependen del agente causal y del órgano afectado. En la actualidad, más de un tercio de la población mundial presenta alguna enfermedad de origen alérgico.
La sustancia o elemento que provoca dicha reacción se denomina alérgeno. Cuando un alérgeno penetra en el organismo de un sujeto que es alérgico a él, su sistema inmunitario responde produciendo una gran cantidad de anticuerpos y mediadores químicos, en particular la histamina, que producirán los síntomas típicos de una reacción alérgica.
Las causas de las alergias son diversas. Generalmente una alergia es de origen hereditario. La mayoría de las rinoconjuntivitis alérgicas aparecen en la infancia y, aunque muchos niños se desensibilizan durante la pubertad, aproximadamente el 50% de ellos o más vuelven a sensibilizarse a lo largo de la vida. A diferencia de las patologías infecciosas, las alergias NO son contagiosas.
La manifestación alérgica más común en los ojos es la “conjuntivitis alérgica”. La conjuntiva es la primera barrera física contra cualquier agente físico, químico o biológico que intente ingresar a nuestro cuerpo. Cuando la conjuntiva se inflama, independientemente de la causa, se denomina “conjuntivitis”.
Los signos y síntomas de la conjuntivitis alérgica pueden ser uni o bilaterales y abarcar:
El diagnóstico es fundamentalmente clínico y a través de la exploración física. Otras pruebas diagnósticas confirmatorias son la detección de IgE en la sangre y lágrimas, el estudio de secreciones conjuntivales y las pruebas alérgicas cutáneas.
Un tratamiento correcto debe incluir tres pilares: Evitación del alérgeno, tratamiento farmacológico y modificación de la respuesta inmunológica alterada.
En la alergia es muy importante tomar medidas de prevención del alérgeno cuando este es evitable. La limpieza, el evitar ambientes encerrados o muy húmedos son hábitos profilácticos. Debe tenerse en cuenta que el cambio estacional que va de verano a otoño, con bruscos enfriamientos, aumenta la susceptibilidad a los alérgenos, algo semejante aunque en menor grado ocurre durante el pasaje crítico que ocurre de invierno a primavera.
El tratamiento farmacológico debe incluir tratamiento de mantenimiento (generalmente antiinflamatorio) y tratamiento de los síntomas agudos que pueden aparecer tras el contacto intenso con el alérgeno. Son comunes el uso de lubricantes/lagrimas artificiales, antihistamínicos y glucocorticoides locales, que consiguen un efecto antiinflamatorio potente con escasos efectos adversos.
En caso de que la terapéutica local sea insuficiente se recurrirá a procedimientos que serán efectuados por un médico especialista en alergias que trabajará en equipo con su oftalmólogo. El uso de Inmunoterapia con alérgenos consiste en la administración controlada y progresiva de un extracto del alérgeno, buscando que su organismo se vaya habituando o se vuelva «tolerante» poco a poco. Es la única terapia capaz de modificar el curso natural de las enfermedades alérgicas.